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Cuidadores, nada más y nada menos. Les dan de comer, les asean, les visten, les dan su medicación, hablan con el médico y, sobre todo, les acompañan día y noche todos los días de la semana, todas las semanas del mes, todos los meses del año, en algunas ocasiones durante muchos años de su vida. Nunca van al cine, ni salen a pasear, a veces ni siquiera comen sentadas.
En la mayoría de los casos, son las cuidadoras, así, en femenino, porque casi la totalidad de las personas que se dedican a cuidar de mayores y enfermos son mujeres. Es la realidad, que no aparece en los medios de comunicación, de la que no se suele hablar en reuniones y mucho menos en conferencias.
Sólo en Andalucía se estima que hay unas 160.000 cuidadoras, entregadas al cuidado de otras personas. Entre el 40 y el 50% de ellas pierden o se ven obligadas a renunciar a su trabajo. Otras muchas también pierden amistades y relaciones. Algunas, cuando mueren sus pacientes, se encuentran absolutamente solas y perdidas, como si todo el sentido de sus vidas hubiese desaparecido.
El Día del Cuidador debe ser todo un revulsivo para enfrentar el reto que debe ahora ocuparnos a todos: no dar la espala a esta realidad y no contribuir a incrementar estas macabras cifras. Es una llamada de atención para mirar a nuestro alrededor y pensar qué podemos hacer, cómo podemos colaborar en los cuidados de nuestros mayores y enfermos. Es una barrera para no volver nunca a poner en cuestión la labor de las cuidadoras, sino que las apoyemos y comprendamos más. Y, sobre todo, es una forma de tomar conciencia para que ésta no siga siendo una forma más de desigualdad de la que no se habla. Hablemos. Reflexionemos, al menos.
Fuente de la información: BLOG de Elena Morales
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