La fisioterapia es parte del tratamiento de la ELA y, aunque la actividad física contribuye a mejorar la calidad de vida, no impide el avance de la patología, pues una neurona motora destruida no se va a recuperar a través del ejercicio físico.
Por otra parte, la reducción de la movilidad y la actividad física en la ELA, en particular si es prolongada, produce atrofia muscular, favorece la aparición de la osteoporosis y reduce la fuerza de los tendones y los ligamentos; además, provoca mucho dolor cuando intentan movilizarnos o vestirnos.
La actividad física incluye acciones diarias desde subir las escaleras hasta labores como sacar al perro o colaborar en las tareas de casa.
Recomendaciones de nuestra fisioterapeuta Gema Cano, sobre el ejercicio cuando la ELA avanza:
- Si podemos movernos: ¡no dejar de hacerlo!
- Si tenemos dificultades para realizar tareas: modificarlas para seguir haciéndolas y si es necesario: PEDIR AYUDA.
- Si la movilidad ya está muy reducida: otra persona tiene que ser la encargada de movernos (fisioterapeuta, cuidador, familiar), el paciente tiene que intentar participar.
Es importantísimo no dejar de mover las articulaciones:
- Dedos de las manos, muñecas, codos, hombros.
- Dedos de los pies, tobillos, rodillas, caderas.
- Cuello, espalda.
Todas estas articulaciones tienen unos movimientos naturales de flexión, extensión y rotación que, si se realizan con suavidad y sin miedo, podemos mejorar la calidad de vida de la persona con ELA. Si aparece dolor pararemos, pero no por ello dejaremos de intentarlo porque así:
- Desaparecerán los dolores poco a poco derivados de la inmovilidad y evitaremos que aparezcan otros.
- Evitaremos rigideces articulares.
- Mejoraremos el estado de ánimo, al evitar molestias innecesarias.
Y no olvidar los cambios posturales, tanto en la cama como sentado en silla o sillón. Son necesarios para dar movilidad y evitar zonas de presión que puedan provocar dolor y heridas indeseadas.