Como cada semana, Carlos Matallanas ha publicado una excelente entrada en su blog, dice así: Esto está cogiendo una velocidad de crucero que era imposible de imaginar hace apenas dos meses. Es importante para mí puntualizar un cambio de percepción que he venido teniendo a lo largo de estas últimas semanas. Recuerdo que, cuando se me propuso iniciar este blog, la única duda que me despertaba el proyecto era pensar en que a partir de ese momento mi condición de afectado por la esclerosis lateral amiotrófica podría empezar a pesar más en mi biografía que mi propio DNI.
Es decir, que si la cosa funcionaba, iba a tener que pensar en mí principalmente como ‘Carlos Matallanas, enfermo de ELA’, cuando, evidentemente, soy muchísimas otras cosas más que eso. De la misma forma que alguien no es solo panadero, esposo, aficionado a un deporte, amante de los animales o vecino del quinto, sino que puede ser todo eso a la vez.
Fue Esteban Hernández, jefe de la sección donde se publica este blog, quien recuerdo que me dijo algo así como que pagar ese precio personal a cambio de conseguir una labor de concienciación importante no era para nada un mal precio. Más bien era una ganga, siempre y cuando estuviera convencido de ello. Me hizo pensar mientras me mantenía cauto al respecto durante los primeros días tras arrancar el blog.
En esta novena entrega, ya puedo admitir que por supuesto está valiendo la pena, que me siento cómodo en este compromiso y que, de otra manera, sería inviable sacar las ganas necesarias para seguir avanzando. Porque la labor avanza y tiene cada vez más sentido, pero requiere de mucho esfuerzo mental y físico para mí y para los que me están ayudando. Aparte de las constantes muestras de cariño que no cesan de llegarme y de las que ya he escrito antes, siguen abriéndose más posibilidades de proyectos desde donde seguir dando la lata para que nadie se olvide ni de la ELA ni de los que ahora la estamos sufriendo y, lo más importante, para que se sigan generando recursos y voluntades con el objetivo de erradicarla alguna vez.
Y lo bueno es que voy descubriendo cada vez más enfermos y familiares que conectan con esta forma de luchar, y lo hacen en su ámbito cercano, algunos con mucho éxito y logrando atención mediática desde hace tiempo. Voy a nombrar unos pocos como ejemplo, y no me gustaría que nadie se sintiese mal por si no conozco su caso personal. Porque estoy seguro de que, en esa comunidad de más de 4.000 afectados que hay a día de hoy vivos en España, existen historias tan ejemplares como estas.