Desde 2005 a tu lado

DECLARADA DE UTILIDAD PÚBLICA

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Fragmento del Relato El Amarillo

Tengo ELA, pero la ELA no me tiene a mí

Braulio Moreno, es sevillano, tiene ELA y escribe muy bien. Comparte este fragmento del relato “El Amarillo”, escrito por el mismo hace quince años. Dice así:

Nuestros cuerpos no son eternos; el tiempo pasa y actúa sobre la materia. Es la materia con sus continuos cambios la que da fe del irremediable fluir del tiempo. Observamos que envejecemos, pero también lo presentimos. Vemos cómo el pelo se blanquea, cómo ciertas arrugas van cambiando la textura de la piel de nuestro semblante, cómo nuestros músculos, atenazados ya de tanto esfuerzo, van perdiendo la eficacia de los años pasados, cómo pierden efectividad nuestros ojos, nuestros oídos. Todo ello nos hace observar que envejecemos, pero a fin de cuentas esto no es tan triste como el presentimiento de la vejez. Y nuestra vejez la presentimos cuando ya no tenemos voluntad para luchar.


La lucha y el tiempo; el tiempo de lucha, el tiempo de luchar. El influjo del espacio cósmico que sin remedio pasa, la acción en el espacio de las vidas. Porque toda lucha es acción, moverse, no estar quieto, y seguir los impulsos de nuestro corazón a intervalos medidos por nuestro cerebro. Las injusticias, las acciones egoístas, todo lo no aceptado por una moral generosa y solidaria –que si es generosa y solidaria deja de ser moral en sentido estricto y conservador- que ha de hacer que elevemos sobre nuestros sentimientos egoístas, un afán de contravenir cualquier ley impuesta en contra del bien común.


Ya hemos dicho que la lucha es acción, a favor o en contra, pero acción, a fin de cuentas. La quietud, la inmovilidad, no es más que la frontera entre la vida y la muerte. Vegetar, estarse quieto, soportarlo todo; esto no son más que sinónimos.


¿Se puede decir que hay dos alternativas en la lucha? A favor o en contra… Siempre es a favor y en contra. Cuando estamos a favor de alguien siempre saldrá un contrario, y cuando estamos contra alguien siempre habrá, por otro lado, quien esté a favor nuestro.


Se puede luchar contra el tiempo, pero siempre saldremos derrotados. El tiempo físico es un enemigo a vencer, a veces, pero también puede convertirse en aliado. El tiempo transcurre, pasa, y al final nos espera la muerte. Los pasos que damos contra él no son más que pequeños golpes que asestamos a la Señora de la Guadaña. Al final la muerte llega, y nos deja inmovilizados, quietos. Todo lo que podemos hacer contra la muerte, contra el tiempo, es aplazar en un pequeño período la victoria siempre segura de la quietud absoluta.


Trabajamos, vivimos, el tiempo transcurre, y avanzamos en una desenfrenada carrera hacia la meta no deseada. Quisiéramos a veces recorrer el tramo de la vida lo más lento posible, y llegado el momento dar la espalda al final, y desandar lo andado, viviendo lo vivido, pero al revés, esto es imposible; nuestro destino está escrito y el momento llegará, nos llegará a todos, sin excepciones.
La realidad no es triste, la realidad es real. No puede haber pesimismo donde lo inevitable se acepta con una sonrisa.


Vivir a pesar de, a través de …Se puede luchar contra la muerte, pero en circunstancias normales es lucha vana, al final siempre llega, siempre nos toca. Mientras nuestra hora se acerca, podemos sin embargo emplear nuestras energías en luchar por, o contra algo, menos fútil, menos banal. O tal vez en empresa más humilde que luchar contra la Parca.


Nuestro esfuerzo debe, sobre todo, emplearse en algo tan serio y tan grande como es intentar cambiar el orden social que rige el mundo. Ya sea que este orden social sea injusto con nosotros o con los de nuestra clase, o que por una o por otra causa no nos guste. Hay muchas personas, sobre todo a las poderosas, a las que este orden establecido les viene bien, ellas también luchan; sobre todo, contra aquellos que están apostando por un cambio profundo de nuestro pequeño mundo.


Haciendo esto pasaremos a la historia, y así estaremos venciendo, sin querer hacerlo directamente, a la muerte. Nuestros pasos se encaminarán, luchando por la justicia, hacia un fin que forma parte de un plan del que todos, inconscientemente, formamos parte: El plan infinito de la Historia. Tal vez ese plan no haya sido compuesto por nosotros, tal vez ese plan lleve a un final que nunca lleguemos a ver, pero tenemos que esforzarnos por hacer que el resultado de ese plan sea lo más justo posible para todos.


De lo que sí hemos de estar convencidos es de que la injusticia que impregna hoy nuestro mundo no es el resultado ni llegará a serlo nunca. Por eso los esfuerzos de nuestra lucha deben de ir encaminados a forzar que se produzca un cambio, cambio que ha de servir para que los oprimidos, los desposeídos, los débiles –aunque esa debilidad provenga de nuestra inconsciencia- lleguemos a ser los que controlemos el mundo. Entonces nuestra lucha no será en vano.

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